Libertad de expresión y blasfemia

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Existe una tensión permanente entre libertad política, principalmente en lo relativo a la libertad de expresión, y ciertas formas de arte, literatura, discurso y otros actos considerados sacrilegio o blasfemia por una parte de la población. Esta tensión se manifiesta en numerosos casos de controversia y conflicto en todo el mundo entre quienes consideran que las leyes que castigan la blasfemia son retrógradas y contrarias a la libertad de expresión y a los derechos humanos y quienes consideran que sus creencias religiosas deben gozar de protección legal.

En numerosas legislaciones, sobre todo en el mundo occidental, no existen leyes contra la blasfemia o bien estas leyes están sobre el papel pero no se llevan a la práctica de forma activa. Por otra parte, algunas legislaciones no prohíben la blasfemia como tal, pero sí la ofensa a los sentimientos religiosos, y en la práctica pueden distinguirse más o menos los dos conceptos según la legislación y la interpretación que de ella haga cada juez.

El tema no puede aislarse del papel de la religión como fuente de poder político en muchas sociedades. En ellas, blasfemar es, no solamente una amenaza a la religión, sino también al orden político existente y, por lo tanto, en estos casos los castigos institucionales y las respuestas populares a la blasfemia tienden a ser más severos y violentos.

A lo largo del mundo se han producido numerosos incidentes relacionados con un acto identificado por algunos como blasfemia o como ofensa a los sentimientos religiosos que han tenido efectos de pánico moral, protestas públicas, persecuciones, llamamiento al asesinato y otras formas de represión política. Un ejemplo de ello es el asesinato del cineasta Theo Van Gogh (1957-2004) a manos de un musulmán, en Ámsterdam, por criticar la violencia contra la mujer en las sociedades islámicas.

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Referencias[editar]